¿Estamos formando pensadores?
La experiencia en todos los países del mundo, señala que la educación es la estrategia más efectiva para lograr: equidad, desarrollo humano, afirmación de las identidades y justicia social. Así mismo, aparece como motor fundamental para lograr el crecimiento económico y la competitividad en los nuevos mercados globalizados. Por lo tanto, para los estados e individuos, la educación es una de las inversiones con más altos niveles de retorno. Sin embargo, esto se logra si todos los niños, jóvenes, maestros y padres se involucran y son parte de un proceso disímil de pensamiento para formar una “educación de calidad”.
Según en el undécimo Informe de Seguimiento de la Educación para Todos (EPT) que es una publicación independiente, cuya elaboración ha sido encargada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura UNESCO, donde se analizan los avances logrados por los países en la consecución de los objetivos mundiales de educación acordados en 2000 por este organismo, manifiesta que:
[…] “en él se presentan también argumentos convincentes en favor de que la educación ocupe un lugar central en la agenda mundial para el desarrollo después de 2015. En el Informe de Seguimiento de la EPT en el Mundo de 2008 nos preguntábamos: “¿alcanzaremos la meta?”. Cuando faltan menos de dos años para 2015, en el presente Informe se indica claramente que no […]” (UNESCO, 2014, p. i).
Según este informe, sigue habiendo 57 millones de niños que no están aprendiendo simplemente porque no van a la escuela. El acceso no es el único problema crítico, la mala calidad de la educación limita también el aprendizaje y por ende está afectando su calidad de pensamiento.
También manifiesta que “un sistema educativo es apenas tan bueno como sus docentes. Liberar su potencial es esencial para mejorar la calidad del aprendizaje. Todo indica que la calidad de la educación mejora cuando se apoya a los docentes y se deteriora en caso contrario” (UNESCO, 2014, p. ii).
Ahora bien, los docentes no pueden cargar con toda la responsabilidad. En el Informe se muestra también que los docentes solo pueden esmerarse en el contexto apropiado, con planes de estudios bien concebidos y estrategias de evaluación que mejoren la enseñanza, el aprendizaje y por ende su calidad de pensamiento.
Sobre la base de las consideraciones anteriores, se puede ver con preocupación que aún nos falta trabajar mucho para alcanzar niveles básicos y óptimos en el tema educativo. Por esto cabe recalcar que la calidad de pensamiento depende en gran medida de la calidad de educación que un estudiante reciba.
Es por eso que la sociedad actual requiere una educación que permita desarrollar un pensamiento de buena calidad en los estudiantes. Este debe partir de ser: “crítico, capaz de procesar y reelaborar la información, creativo, generador de ideas alternativas que plantee soluciones nuevas y originales a nivel metacognitivo, para reflexionar sobre sí mismo y percibir sus propios procesos de pensamiento (Vaca, et al., 2007, p. 5).
En ese mismo sentido, podemos decir que estos planteamientos son en base a formar una educación ideal. Pero. ¿Cuán cerca estamos de cumplir o acercarnos a esta escuela de calidad? O lo que es más preocupante. ¿Estamos formando pensadores activos, reflexivos, emocionales y críticos del conocimiento? Y lo que es más. ¿El pensamiento está siendo usado para mejorar la calidad de vida en el estudiante mediante la educación? Bueno, son algunas preguntas que deberíamos hacernos al momento de enfrentar la realidad del sistema educativo ecuatoriano.
Por su parte el neuroeducador Augusto Cury en su libro Padres brillantes, maestros fascinantes, nos lleva más allá para reflexionar sobre lo que actualmente está pasando con la educación del siglo XXI, desde la casa y la escuela. Cury (2007) nos conecta con nuestra generación, la misma que quiso darle lo mejor a nuestros niños y jóvenes. Soñamos grandes sueños para ellos. Buscamos darles los mejores juguetes, ropas, paseos y escuelas. No queríamos que anduvieran bajo la lluvia, que se lastimaran en la calle, se hirieran con juguetes caseros y vivieran dificultades por las cuales habíamos pasado nosotros.
Además, nos sigue mencionando el mismo autor que por mejor hacerlo, pusimos un televisor en nuestra sala. Algunos padres, con mayores recursos, pusieron un televisor en la habitación de cada hijo, otros llenaron a sus hijos de actividades extracurriculares, matriculándoles en cursos de inglés, computación, matemáticas, química, física, música, deportes, entre otros.
Por lo tanto, hemos creado un mundo artificial para los niños y jóvenes, y estamos pagando un precio carísimo. Hemos provocamos serias consecuencias en el territorio de la emoción (dicho sea de paso, no considerada como una inteligencia por muchos todavía, siendo igual de importante y determinante que la intelectual). Hemos afectado en el anfiteatro de los pensamientos y en la base de la memoria; y lo más preocupante, es que no estamos formando pensadores críticos, autónomos en sus decisiones y comportamientos.
Por otra parte, nuestra oferta educativa ecuatoriana contempla la materia: “desarrollo del pensamiento filosófico”, con una carga horaria de cuatro horas semanales, dentro del tronco común del primer año de bachillerato general unificado (http://educacion.gob.ec/). Es decir, que solo en este nivel se da esta materia como tal, en toda la formación del estudiante ecuatoriano; ya que esta no aparece en ningún otro nivel de los trece años de educación que contempla la malla curricular.
En consecuencia, me pregunto si con esto ¿Estaremos formando pensadores para mejorar la calidad de vida integral de los estudiantes? Seguramente que no. Basta con ver la realidad de nuestro sistema educativo y observar a los jóvenes como cada vez están más cerca de los vicios, el alcohol, las drogas, el facilismo, la depresión. La falta de criticidad hacia los problemas, ausencia de reflexión en sus actos y de lo que pasa en el mundo, así como la carencia de autocrítica y poca innovación en sus planteamientos (Esto solo por plantear algunos problemas) (Cury, 2007).
Considerando lo enunciado, vemos que el desarrollo del pensamiento como materia, está en la malla curricular (aunque mínima en su carga horaria). Pero ¿A cuántos les interesa desarrollarlo como un eje transversal fundamental del proceso educativo? Mi percepción al respecto parecería indicar que seguimos enfrascados en una educación tradicional, donde ensalzamos el memorismo y la repetición; todavía carente de criticidad, reflexión, y significado. ¿La culpa es de los ilustres maestros? ¡No del todo! La culpa, es del sistema educacional todavía nocivo para nuestra época actual y que arrastramos desde hace siglos.
Además, los niños y jóvenes aprenden a lidiar con hechos lógicos cognitivos, pero no saben lidiar con fracasos y fallas. Aprenden a resolver problemas aritméticos, pero no saben resolver sus conflictos existenciales. Se los entrena para resolver ejercicios de aptitud verbal, espacial y matemática, pero no para un aprendizaje a lo largo de la vida (ALV).
Entonces me vuelvo a cuestionar. ¿Se prepara a los jóvenes para lidiar con decepciones, problemas, fracasos? ¡No!. Se los prepara solo para el éxito. Esto no quiere decir que el principio este mal, pero sí creo que está incompleto. Es decir, que lo contrario al éxito no es el fracaso como se enseña, porque este es necesario para llegar al éxito. Lo que no permite a una persona alcanzar la máxima es la mediocridad, el conformismo, el facilismo en el pensamiento y en el quehacer diario.
Así mismo en esta época, llamada la “sociedad del conocimiento”, se ha producido información como ninguna otra. Lo paradójico es que no sabemos qué hacer con ella. Rara vez usamos esa información para expandir y mejorar nuestra calidad de vida, toma de decisiones inteligentes y nuestro pensamiento.
Igualmente como educador, me pregunto: ¿Tratamos de administrar e influenciar en sus pensamientos para que obtengan una mente más crítica, reflexiva, lucida y serena? Considero que no. Nos hemos vuelto máquinas de trabajar y adquirir mucho conocimiento y creo que estamos transformando a nuestros jóvenes en eso. En máquinas solo de aprender, sin llevarlos a la metacognición (reflexión de lo aprendido).
De la misma manera, el conocimiento se ha multiplicado grandemente y el número de escuelas y colegios se ha expandido como en ninguna otra época. Pero la pregunta es. ¿Estamos formando y produciendo realmente pensadores? Cury en su libro Padres brillantes Maestros fascinantes menciona: “La mayoría de los jóvenes, incluidos los estudiantes universitarios, acumulan mucho conocimiento, pero construyen poquísimas ideas brillantes. No por casualidad han perdido el placer de aprender y pensar. La escuela y el colegio dejaron de ser una aventura agradable” (Cury, 2007, p.20). Es decir, la educación se ha vuelto seca, fría y sin condimento pedagógico.
Por lo tanto, considerando todo lo enunciado anteriormente; esta investigación gira en torno a conocer más acerca de nuestro software que tenemos en el cerebro. Analizar científicamente como funciona, conocer acerca de los procesos sinápticos de las neuronas para producir pensamiento. Analizar los tipos de pensamiento que podríamos usar y ver la importancia de cuidar y entrenar con más esmero, responsabilidad e inteligencia el mismo.
Por esta razón, y para entender mejor estos procesos del pensamiento, estudiaremos las teorías mediacionales del aprendizaje, dentro un marco: cognitivo – constructivista, donde se abarca la teoría de Piaget. Éste plantea un desarrollo cognitivo de aprendizaje, mediante un proceso cambiante como resultado de la edad y experiencia, basado en principios biológicos a modo de: organización, adaptación, asimilación, acomodación, esquemas y equilibrio de la persona.
También estudiaremos la propuesta de Vygotsky, quien sugiere que para comprender el desarrollo cognitivo es necesario tomar en cuenta los aspectos sociales del aprendizaje de la persona, tales como: la Zona de Desarrollo Próximo (ZDP); mediante un mediador que será el facilitador de tales aprendizajes.
Finalmente, examinaremos la propuesta de Ausubel, quien defiende, justifica y caracteriza al aprendizaje significativo. También analizaremos las diferencias entre las mismas.
Como consecuencia de esto, se pondrá en consideración diferentes programas para el desarrollo del pensamiento; así como, el análisis profundo, analítico y comparativo de los estudios realizados para esta investigación.
Por lo tanto, en torno a las observaciones anteriores se pretende demostrar que si desarrollamos intencionadamente una “Evaluación de un Programa para el Desarrollo del Pensamiento Formal en los Estudiantes”, (tomando como muestra a alumnos del Décimo Año de Educación Básica); tendríamos como consecuencia una mejora más significativa del pensamiento formal, que si no se la realiza de manera preparada y sistemática.
Ante la situación planteada resulta oportuno citar lo que dice el reconocido pensador contemporáneo, y padre del pensamiento complejo Edgar Morín, en su libro: Reinventar la educación, quien manifiesta:
“Es preciso a la vez, globalizar y desglobalizar, crecer y decrecer, desarrollar e involucionar, conservar y transformar. Deshacernos de las alternativas globalización/desglobalización, crecimiento/decrecimiento, desarrollo/involución, conservación/transformación es una premisa necesaria que no será fácil de alcanzar, pues esas alternativas expresan un pensamiento dicotómico, segmentador y simplificador que no podrá superarse sin una honda reforma del pensamiento. Es preciso cambiar profundamente el pensamiento y la enseñanza.” Lejos de ser un esfuerzo iluminista, la reforma educativa ha de fundirse con la reforma del pensamiento, de la política y lo político. En ello radica su reinvención.” (Morín, 2014, p.17).